jueves, 24 de marzo de 2011

La maldición del faraon tutankamon

A principios del siglo XX, parecía que Egipto había sido despojado de todos sus tesoros. Aun así, Lord Carnarbon estaba financiando todas las excavaciones de su amigo Howard Carter, sin haber conseguido ningún resultado, hasta el momento. Ante esta desesperación, Carnarvon desea cesar el financiamiento de las excavaciones, aunque Howard lo convence para que esta última se lleve a cabo. Howard sospechaba que el caluroso valle de los reyes, aun escondía algo, lo que no suponía, es que iba a encontrar el mayor de los tesoros.


Carter remontó el Nilo desde la meseta de Guiza a Luxor, hasta llegar al valle de los reyes, donde se estableció en 1922. Aún se conserva la casa desde donde podía divisar todo el valle.


Empezaron las excavaciones, sin importarle la falta de dinero y de tiempo, él seguía con su obsesión apasionada, una obsesión irracional que cambiaría el curso de la historia.


Pronto encontró la entrada de una tumba, una tumba, que sorprendentemente aún permanecía sellada desde hacía miles de años. Rápidamente Carter, envió desde su casa el telegrama que Lord Carnarvon había esperado escuchar toda su vida.
El telegrama decía:

-- Finalmente he hecho un descubrimiento fabuloso en el Valle.
-- Una tumba magnífica, con precintos intactos.
-- Espero impaciente su llegada.
-- Felicidades, Howard Carter.


A toda prisa Carnarvon hizo los preparativos para partir a Egipto, mientras su compañero le esperaba impacientemente observando y analizando la puerta de la ancestral cámara. Estas son sus palabras:

-- Han pasado treinta y tres siglos desde que un pie humano dejó huella por última vez en este suelo, y aun asi sentimos la presencia de vida reciente a nuestro alrededor. Pero cuando llegamos a un sepulcro dorado, con las puertas cerradas y selladas, nos dimos cuenta de que estábamos en presencia del rey muerto. Éramos testigos de un espectáculo que ningún otro hombre de nuestra época había tenido el privilegio de ver. Con cuidado, corté la cuerda, quité el valioso sello, descorrí el cerrojo y abrí la puerta.


Cuando entraron observaron maravillados los impresionantes tesoros que contenían las salas, parecía que la grandeza del antiguo Egipto había vuelto a la vida. Pronto vaciaron las salas y llegaron a la antecámara del sarcófago custodiada por un séquito de oro que parecía encargarse de no dejar pasar a ningún intruso.


Cuando Carter entró en los dominios del gran faraón debió sentir escalofríos ante tal majestuoso tesoro, un sarcófago de oro macizo cubierto con detalles y piedras preciosas. Se encontraba cara a cara con el rey muerto, hijo de dioses, enterrado según las tradiciones egipcias, elaboradas de generación en generación, con los honores de un dios.


La búsqueda había terminado, habían conseguido encontrar mucho más de lo imaginado. Hoy en día esos maravillosos tesoros se pueden observar en el museo arqueológico del Cario.


Pero pronto estos hechos se vieron nublados por este titular :
-- Misteriosas tragedias pasan una fuerte factura entre los hombres que violaron la tumba egipcia.
De las quince personas que abrieron la tumba del rey tutankamon doce sufrirían una muerte prematura en menos de diez años. Se sabe que se encontró una inscripción en la tumba que decía:
-- La muerte sorprenderá con sus veloces alas a aquel que toque la tumba del faraón.
Carnarvon murió poco después del fantástico descubrimiento, el 6 de abril de 1923, por una extraña picadura de mosquito. Se dice que en el momento de su muerte todas las luces del El Cairo se apagaron. En Inglaterra su perro en el momento su amo falleció comenzó a aullar desesperadamente , desplomándose sin vida. Su mujer poco tiempo después falleció por la misma misteriosa picadura.


¿Casualidad, maldición?

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