miércoles, 30 de marzo de 2011

arte en las piramides de egipto

Cuando Napoleón, viajó a Egipto, llegó a Gizeh, a las tres grandes pirámides de Keops, Kefrén y Mikerinos, que adornan la llanura, impresionó mucho al viajero, que era admirador de todas las manifestaciones de poder de los antiguos reyes.
Napoleón entregó a una serie de cálculos matemáticos sobre la cantidad de piedra empleada en aquellos edificios. Según él la piedra usada bastaría para cercar a Francia con un muro de tres metros de altura y unos 40 centímetros de grosor. El matemático Monje, que acompañaba a Napoleón, confirmó estos cálculos. Hoy se piensa que sólo la gran pirámide de Keops está formada por unos 2.300.000 bloques de piedra, que pesarán una media de dos toneladas y media cada uno. Claro que ésta es la mayor de las pirámides con 146,59 metros de altura, y en cierto modo marca el máximo desarrollo en la construcción de este tipo de tumbas, tanto por su tamaño como por la envergadura de los medios empleados en su erección.
Razón de sus construcciones
La pirámide fue pensada para tumba inviolable del soberano, destinada a la eterna preservación de su cuerpo, incorrupto por embalsamamiento, y de su ajuar funerario. Sólo de este modo se posibilitaba la residencia del alma en el cuerpo y su supervivencia en el mundo del más allá. Para proteger el cuerpo y el ajuar de eventuales saqueadores se multiplicaban las dificultades de acceso a la cámara, interponiendo toneladas de piedra, disponiendo puertas falsas, corredores ciegos, cámaras dobles, etc. Todo ello fue inútil: los saqueadores siempre consiguieron su objetivo y ya en la antigüedad las pirámides fueron violadas y robadas y pasaron a ser lo que son hoy, el símbolo de Egipto de su arte teocrático y de su sistema político. A pesar de los grandes progresos que ha experimentado la egiptología, particularmente en lo que va de siglo, es todavía mucho lo que se ignora acerca de cómo era construida una pirámide.
Para asegurar la vida en el más allá, el cuerpo del difunto debía ser conservado y habían de ser satisfechas las necesidades materiales que tuvo cuando vivía. Esta idea fue dominante y condicionó de modo decisivo la vida en todos los períodos del antiguo Egipto. Ya en la época predinástica se hacía lo posible por preservar adecuadamente el cadáver. Entonces se enterraba en hoyos rectangulares excavados en la arena, en los que a veces se disponían unas paredes de madera o de barro prensado. Junto al cadáver se disponían utensilios, armas y alimentos. Cerrada la tumba, ésta se cubría con un túmulo de arena y relleno.
Con el tiempo solía ocurrir que la arena era desplazada por el viento, desaparecía el túmulo y finalmente el cadáver quedaba expuesto a los elementos y se perdía. Para evitar este peligro, ya en la era dinástica las personas de elevada posición y los reyes se hacían construir encima del túmulo de arena, una estructura de adobe y ladrillo. La "mastaba", que debía imitar en su aspecto a las viviendas que el difunto habitó cuando vivía. Los reyes de la III Dinastía empezaron a usar la piedra para sus monumentos funerarios, pero su empleo no se generalizó en las tumbas de nobles y dignatarios hasta la IV Dinastía.

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